Palabra / Word

Texto dispuesto en la publicación "Historias Urbanas IV" (a publicarse el 13.03.11)

(extractos de "La Fotografía como Documento Social" de Gisele Freund)

Ya en sus inicios, la fotografía dispuso de aficionados. Pero a partir de 1888, fecha en que George Eastman lanzaba la primera Kodak, cobra verdadero impulso la fotografía de aficionado. La Kodak costaba veinticinco dólares y estaba cargada de un rollo que permitía hacer cien fotos. Una vez tiradas las imágenes, había que mandar aparato y rollo a la fábrica de Rochester donde revelaban el rollo y lo devolvían al remitente; todo por diez dólares. Desde entonces, surgieron en Europa y Norteamérica múltiples modelos para aficionados, pero durante estos últimos años, los aparatos y los rollos han experimentado mejoras revolucionarias.

La firma Kodak fue la primera en captar las posibilidades de un mercado de masas. Hace unas décadas, los viajes eran el privilegio de una pequeña clase acomodada. Hoy en día, gracias al tiempo libre, a las vacaciones pagadas y a los progresos de las comunicaciones, millones de personas se desplazan cada año. En la sociedad de la abundancia, el automóvil y el avión han dejado de ser transportes de lujo.

En 1972, 191 millones de turistas recorrieron el mundo. Invadieron las grandes capitales, los parajes exóticos, las playas de los océanos, los bosques y las montañas. "Veinte países en veinte días", esa es la propaganda de una gran agencia de turismo que vende package tours. Igual que pájaros emigrados, la gente viaja en grupos compactos. Durante los meses veraniegos, largas hileras de autocares aparcan al pie de los monumentos históricos. Los turistas los visitan a paso gimnástico. Hablan todas las lenguas, no se conocen, pero tienen un punto en común: todos llevan una maquina fotográfica en bandolera.

El desarrollo de la industria fotográfica es uno de los mas rápidos entre las industrias. La imagen responde a la necesidad cada vez mas urgente en el hombre de dar una expresión a su individualidad. Hoy, y a pesar de los crecientes e incesantes perfeccionamientos de la vida material, el hombre se siente cada vez menos aludido por el juego de los acontecimientos y relegado a un papel cada vez mas pasivo. Hacer fotos se le antoja como una exteriorización de sus sentimientos, una especie de creación. Así se explica el creciente número de fotógrafos aficionados que hoy se cifra por cientos de millones y que tiende a incrementarse cada vez mas.
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Texto dispuesto en la publicación "Historia Urbanas II" (a publicarse el 27.02.11)
(En la foto extracto, aquí el texto completo: Dante Alighieri. La Divina Comedia, El Purgatorio, Canto XIII)

Llegarnos al final de la escalera,
donde por vez segunda se recoge
el monte, que subiendo purifica.

Allí del núsmo modo una cornisa,
igual que la primera, lo rodea;
sólo que el giro se completa antes.
No había sombras ni señales de ellas:
liso el camino y lisa la muralla,
del lívido color de los roquedos.

«Si, para preguntar, gente esperarnos
--me decía el poeta-- mucho temo
que se retrase nuestra decisión.»

Luego en el sol clavó los ojos fijos;
de su diestra hizo centro al movimiento,
y se volvió después hacia la izquierda.

«Oh dulce luz en quien confiado entro
por el nuevo camino, llévanos
-decía- cual requiere este paraje.

Tú calientas el mundo, y sobre él luces:
si otra razón lo contrario no manda,
serán siempre tus rayos nuestro guía.»

Cuanto por una milla aquí se cuenta,
tanto en aquella parte caminamos
al poco, pues las ganas acuciaban;

y sentimos volar hacia nosotros
espíritus sin verlos, que invitaban
cortésmente a la mesa del amor.

La voz primera que pasó volando
"Vinum non habent" dijo claramente,
y tras nosotros lo iba repitiendo.

Y aún antes de perderse por completo
al alejarse, otra: «Soy Orestes»
pasó gritando igual sin detenerse.

Yo dije: «Oh padre ¿qué voces son éstas?»
Y escuché al preguntarlo una tercera
diciendo: «Amad a quien el mal os hizo.»

Y el buen maestro «Azota esta cornisa
la culpa de la envidia, mas dirige
la caridad las cuerdas del flagelo.

Su freno quiere ser la voz contraria:
y podrás escucharla, según creo,
antes que el paso del perdón alcances.

Mas con fijeza mira, y verás gente
que está sentada enfrente de nosotros,
apoyada a lo largo de la roca.»

Abrí entonces los ojos más que antes;
miré delante y sombras vi con mantos
del color de la piedra no distintos.

Y al haber avanzado un poco más,
oí gritar: «María, por nosotros
ruega» y «Miguel» y «Pedro» y «Santos todos».

No creo que ahora existe por la tierra
hombre tan duro, a quien no le moviese
a compasión lo que después yo vi;

pues cuando estuve tan cercano de ellos
que sus gestos veía claramente,
grave dolor me vino por los ojos.

De cilicio cubiertos parecían
y uno aguantaba con la espalda al otro,
y el muro a todas ellas aguantaba.

Así los ciegos faltos de sustento,
piden limosna en días de indulgencia,
y la cabeza inclina uno sobre otro,

por despertar piedad más prontamente,
no sólo por el son de las palabras,
mas por la vista que no menos pide.

Y como el sol no llega hasta los ciegos,
lo mismo aquí a las sombras de las que hablo
no quería llegar la luz del cielo;

pues un alambre a todos les cosía
y horadaba los párpados, del modo
que al gavilán que nunca se está quieto.

Al andar, parecía que ultrajaba
a aquellos que sin venne yo veía;
por lo cual me volví al sabio maestro.

Él sabía que, aun mudo, deseaba
hablarle; y no esperando mi pregunta,
él me dijo: «Habla breve y claramente.»

Virgilio caminaba por la parte
de la cornisa en que caer se puede,
pues ninguna baranda la rodea;

por la otra parte estaban las devotas
sombras, que por su horrible cosedura
lloraban y mojaban sus mejillas.

Me volví a ellas y: «Oh, gentes confiadas
-yo comencé-- de ver la luz suprema
que vuestro desear sólo procura,

así pronto la gracia os vuelva limpia
vuestra conciencia, tal que claramente
por ella baje de la mente el río,

decidme, pues será grato y amable,
si hay un alma latina entre vosotros,
que acaso útil le sea el conocerla.»

«Oh hermano todos somos ciudadanos
de una Ciudad auténtica; tú dices
que viviese en Italia peregrina.»

Esto creí escuchar como respuesta
un poco más allá de donde estaba,
por lo que procuré seguir oyendo.

Entre otras vi a una sombra que en su aspecto
esperaba; y si alguno dice "¿Cómo?",
alzaba la barbilla como un ciego.
«Alma que por subir te estás domando,
si eres -le dije ~ me respondiste,
haz que conozca tu nombre o tu patria.»

«Yo fui Sienesa -repuso-- y con estos
otros enmiendo aquí la mala vida,
pidiendo a Aquél que nos conceda el verle.

No fui sabia, aunque Sapia me llamaron,
y fui con las desgracias de los otros
aún más feliz que con las dichas mías.

Y para que no creas que te miento,
oye si fui, como te digo, loca,
ya descendiendo el arco de mis años.

Mis paisanos estaban junto a Colle
cerca del campo de sus enemigos,
y yo pedía a Dios lo que El quería.

Vencidos y obligados a los pasos
amargos de la fuga, al yo saberlo,
gocé de una alegría incomparable,

tanto que arriba alcé atrevido el rostro
gritando a Dios: «De ahora no te temo»
como hace el mirlo con poca bonanza.

La paz quise con Dios ya en el extremo
de mi vivir; y por la penitencia
no estaría cumplida ya mi deuda,

si no me hubiese Piero Pettinaio
recordado en sus santas oraciones,
quien se apiadó de mí caritativo.

¿Tú quién eres, que nuestra condición
vas preguntando, con los ojos libres,
como yo creo, y respirando hablas?»

«Los ojos ---dije acaso aquí me cierren,
mas poco tiempo, pues escasamente
he pecado de haber tenido envidia.

Mucho es mayor el miedo que suspende
mi alma del tormento de allí abajo,
que ya parece pesarme esa carga.»

Y ella me dijo: «¿Quién te ha conducido
entre nosotros, que volver esperas?»
Y yo: «Este que está aquí sin decir nada.

Vivo estoy; por lo cual puedes pedirrne,
espíritu elegido, si es preciso
que allí mueva por ti mis pies mortales.»

«Tan rara cosa de escuchar es ésta,
que es signo --dije,- de que Dios te ama;
con tus plegarias puedes ayudarme.

Y te suplico, por lo que más quieras,
que si pisas la tierra de Toscana,
que a mis parientes mi fama devuelvas.

Están entre los necios que ahora esperan
en Talamón, y allí más esperanzas
perderán que en la busca de la Diana.
Pero más perderán los almirantes.

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Texto dispuesto en la publicación "Historias Urbanas I" (16.01.11)

Sin la extrañeza del dolor y la tragedia, no hay tango. En Buenos Aires, purgar el dolor amoroso nunca es pasajero ni presente. Se duele para el futuro. Es que sin cuento no hay amor, no hay tango.

El bandoneón armado de zaguanes y empedrados perpetuos es la voz relato. Y suena y se arrastra. No se toca, se lo abraza. No es viento, es suspiro. Es nostalgia sin letra, es amor sin motivo. Es "tanguear". El "tangueador" se da amor "ganado" por "perdido". Es "canchero" por "desgraciado". Es que el amor porteño siempre es mito o no amor. Paris, New York... pero morirse de amor es Buenos Aires. Buenos Aires de pelo largo y de gomina. Buenos Aires de "Carlitos", de "Astor" y  de "Luca". Buenos Aires posmoderna. Tilinga, mediocre, ausente y sin embargo, tango. Buenos Aires perpetua, poesía en Boedo, en Florida, en cada barrio café. Abrevar en la historia tango es rescatar y construir leyenda.

Un hombre pasa esperanza. La mirada mujer esquiva. Uno, cuatro y cinco cortes. La esperanza baila con la tristeza. Una huye, la otra se vuelve otro hombre, otra esperanza. Los amores porteños son siempre fatales, crueles y tiernos, desolados y palpitantes, furtivos y eternos, encuentros siempre cómplices del desencuentro -la historia- y el reencuentro: "volver"... amor de dos o tres y tres que duelen son siempre pasado, recuerdos del devenir que dolerá Buenos Aires, mujer o exilio.

La amargura noble que se enciende en soledad es abrigo de percanta o de buen amor. En Buenos Aires, los amores siempre nos rescatan de las noches largas, contar sus grises es un acto infinito, es hablar de eso y es hundirse en las páginas no escritas en las que ya se esconden y arrinconan los amores por venir.

Ambigua Buenos Aires. Esa que esperanza y desespera a la vez. Esa que tango, esa que mujer, esa que duele de traiciones cuando la historia, también mujer, envenena los encantos de "tantas plazas". El amor Buenos Aires transcurre circular para esa "mujer historia". El embrujo es completo: no podemos evitar el tango y sin embargo insistimos, es que hablar de hechizos completos también es hablar de amores leales y eternos que nos salvan de "otras noches largas".

La mujer deja el medio cuadro, la tristeza se orilla de un lado, la esperanza se "en sombra" del otro. El barrio otra vez se estremece con la misma milonga. Suena lejana pero inconclusa. Hay buen augurio cuando las sombras se desvanecen con la última nota. El fuelle se estira ajando la siesta -que ya no existe- y la tarde se vuelve carro y cartón invisible. Inquieta y cálida, la nostalgia sensual Buenos Aires nos agrupa de a montones separados que no ignoran un mismo destino implacable (ni la mixtura insolente de este texto). Cuando ya nada es bandera -y cuando no lo sea-, siempre moriremos de amor Buenos Aires. Esa es nuestra "tanguedia".
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